La tragedia del Ejército mexicano es que tiene que defender a México de sí mismo con las personas que más han sufrido por su propia nacionalidad.
El Heroico Colegio Militar. Imagen de Tomas H. Foto capturada
el 16 se septiembre de 2018. |
Solo
aquellas personas que asuman la pesada carga de llevar sobre sus hombros el
ejercicio legítimo de la violencia
estará de acuerdo en que el requisito insoslayable para poder hacer sufrir a
los demás es el de resistir el sufrimiento propio, y que una vez superado ese
obstáculo nada ni nadie podrá lastimarlos. Pero están equivocados, además, los
sufrimientos muchas veces son en vano.
Los
motivos que han llevado a millones de jóvenes a las fuerzas armadas a lo largo
de los últimos 200 años no han cambiado demasiado; es ese anhelo inevitable de
superación, ese que en México siempre ha estado relacionado con la
supervivencia, la solvencia económica, la seguridad social, el salir de la pobreza y en un segundo término,
la gallardía, el respeto y el honor. Servir a un bien mayor; algo que se
entienda más valioso y por supuesto más trascendente que cualquiera de los
dientes que pueda perder un potro al desplomarse
sobre la explanada del Heroico Colegio Militar.
El
uso y el abuso del poder dentro de las instalaciones militares, y ni se diga de
las escuelas, responde a la necesidad de imponer y hacer cumplir un orden en
medio del caos inamovible de la raza humana, y por eso el Sistema Educativo
Militar está destinado a fracasar en sus intentos por respetar los derechos
humanos; Porque es eficaz para moldear la conducta, pero no puede hacer que sus
cadetes tengan respeto por quienes nunca les han respetado de dientes para
adentro. Cualquier simpatía por sus superiores tendrá un interés de por medio.
¿No sería mejor dejar de mentirles? Siembran odio y cosechan los resultados.
Temer
y respetar son cosas diferentes y solo en la guerra ambos conceptos son
equiparables con fines prácticos (que vienen siendo evitar morir). Pero ellos
siempre están en guerra. Se adiestran para batallas innecesarias, evitables. Tarde
o temprano unos estarán de un lado y otros estarán del otro. Algunos en
ejército, otros en el crimen organizado, varios muertos, muchos desaparecidos.
La
tragedia del Ejército mexicano es que tiene que defender a México de sí mismo con las personas que más han sufrido
por su propia nacionalidad.
La
vida de alguien que nunca ha sido visto, ni respetado, no vale nada hasta que tiene
un arma entre sus manos. Y en los lugares donde la única ley que existe es la
de la gravedad las HK-G3 no bastan. ¿En qué momento disparar un arma se hizo un
sinónimo de valía? ¿qué pasará con los millones ex militares que seguirán
despertando en la madrugada con traumas irreparables? ¿qué pasará ahora que
saben que ni su ejército los respeta? Les han arrancado la fe y la han usado
para purificar la mácula rectal de un sistema que los desecha por civilones.
Hay
una dinámica interesante entre quienes ejercen el poder y quienes lo acatan
porque ambos están obligados a hacer que su voluntad crezca si no quieren ser
sepultados por la competencia. El abuso de poder es una consecuencia indeseada
de un sistema que premia la resistencia y la técnica sobre todas las cosas. Sin
embargo, no es criticable el rigor en la enseñanza de los futuros soldados,
aviadores, médicos, ingenieros o demás profesionales con sus respectivos
posgrados. Lo cuestionable es que los alumnos están en riesgo permanente de
otros alumnos y Mandos trastornados por la presión y el estrés constante al
punto de volverlos inestables.
La
distinción entre la disciplina y la violencia indiscriminada se disuelve, la
deserción se convierte en la única salida a un tormento que prometía mejorar la
calidad de vidas que ahora están trastocadas.
Tanta
furia contenida tiene que ser liberada, pero nunca podrá recaer sobre aquellos
que la provocan. La entonces víctima tendrá que ser el victimario por
excelencia, ese es su trabajo y ahora su nueva identidad, aquel que considere
débil, irrespetuoso o insubordinado pagará las consecuencias, no importa si es
un civil desarmado, un vecino, su familia, o sus hijos.
Hay
Cadetes más propensos al ensañamiento
y a los apañes, como hay Antigüedades
más o menos gandayas, el hermetismo militar favorece que sus abusos queden
impunes. Esta presión exacerbada es la que garantiza que solo los más
comprometidos y ambiciosos (o necesitados) permanezcan.
Lo
que digan los altos mandos, o la propaganda oficial sobre la implementación de
los derechos humanos en las Fuerzas Armadas ya será Punto y Aparte.
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